Ver The Kid with a Bike de los hermanos Dardenne es recordar porque aquí en Bajo Criterio no se ha escrito nada en los últimos 11 meses. Hay que vivir. Despertar, desayunar, ir a trabajar, reír, mear, cagar, hacerte una puñeta o chichar, dormir. Y todo eso que distrae lo suficiente como para no perder el tiempo escribiendo por escribir.
Los
Dardennes son de esos cineastas que con su trabajo apuntan indirectamente una
luz sobre la inmensa cantidad de karaoke, desperdicio fílmico e intentos
basurita que inundan las salas de cine.
Hacer
el ejercicio de ver 30, 40, 50 películas al año es preguntarse “¿por qué?”,
“¿para qué?” “¿cuál es el punto?”. Es ver una tras otra demostración de lo que
es hacer cine por hacer cine. Es obviar las posibilidades de un medio que lo
tiene todo a su disposición y que rutinariamente se utiliza para exhibir
colectivas pajas mentales sin propósito alguno.
El cine
visceral escasea. Blue Valentine,
película exhibida hace 3 años fue el último esfuerzo cinematográfico que
recuerdo tuviese estos cojones. Y pasó desapercibida, sacada Fine Arts por
alguna gran comedia española, argentina, o whatever.
Esta es
la razón principal por la que en mí también escasea el hambre de hacer, ver y
hablar o escribir de cine.
Prender
una camarita para grabar tonterías, por grabar, por dirigir actores, por decir
que estoy haciendo cine…no me interesa. Prefiero vivir. Despertar, desayunar,
ir a trabajar, reír, deprimirme, encabronarme, mear, cagar, hacerme una puñeta
o chichar, dormir.
The Kid
with a Bike es una gran gran gran película que comienza con un niño al que se
le informa que su padre lo abandonó. Directo al grano, sin necesidad de
presentarme personajes o introducirme al mundo del filme. En la primera escena
ya hay un objetivo y enseguida nos damos cuenta que hay un personaje principal
que está dispuesto a todo por lograr ese objetivo. Bienvenidos a la clase de
guión, en menos de dos minutos los Dardennes te ponen los “pom pones” en la
mano y ya tienes a alguien que te importa y al que quieres ver ganar.
Es un
guión completamente descontaminado, que parece decirte con cada escena
“tranquilo, no te compliques, aquí no hacen falta fuegos artificiales, mira
como con esta simple e ínfima progresión te voy a dar un puño en el pecho”. Es
un guión que respira vida y no cine, evitando clichés y subrayando lo
espectacular que es ser genuino con personajes de carne y hueso.
Son 87 minutos
en los que vemos a un niño crecer en pantalla, no por cambios radicales, sino
por ajustes de carácter que sufre con las acciones de las figuras paternas que
encuentra en su camino.
Cyril,
el niño, es decepcionado una y otra vez por su padre y todos los posibles
padres que aparecen en su vida. Sin embargo, Samantha, una mujer a la que Cyril
abraza para que no lo lleven a su hogar provisional, es la única figura materna
presente, que se muestra a si misma atenta y dispuesta a recogerlo.
“Papi
no está pero ahora tienes una mami…ve a casa” el tema de esta película y a
Cyril, al igual que nosotros, le toma tiempo entenderlo, pero la última escena
te hace clarísimo el mensaje y con una potencia emocional que no existía
alrededor de la travesía de un niño desde los 400 golpes de Truffaut.
La
dirección es impecable porque es sencilla y directa, no hay rodeos ni distracciones
de estilo. Los Dardennes, quienes han cargado la antorcha de Cassavetes de como
se utiliza con seriedad la cámara en mano, dan una clase de lo que es tener tus
prioridades en orden como cineasta. La cámara es de los personajes, los
personajes no son de la cámara. Y tener una cámara en mano alocada no va a
traer drama a una situación que no la tiene.
(Hace
unos meses vi “Pariah” y me dio verguenza ver una escena en una mesa de familia
en donde la cámara paneaba esquizofrénica a cualquier personaje que abriera la
boca. ¿Con qué propósito? ¿Para que llamar la atención a tu estilo sobre la
situación que quieres presentarme en tu guión? En The Kid with a Bike, la
cámara se mueve cuando tiene que hacerlo y cuando no, se pone en tres patas y
te deja saborear el momento que está en pantalla. Y los Dardennes usaron el
hand-held antes que Bourne Identity, The Office, etc…antes de su prostitución.
So they must know their shit, you know…)
Cuando
prendieron las luces de la sala en el Fine Arts de Miramar, me sentí
emocionado. Esta película me agarró por la camisa, me sacudió y al final, me
dejó claro que estoy claro.
Me
motivó.
Ya empecé
por escribir este disparate…quizás…a lo mejor…me da con prender una cámara y
apuntarla a la vida.
Quizás
me da con hacer cine, una vez más, sin pensar en lo inconsecuente que puede ser
para una sociedad enamorada del pop corn.
Quizás
me da con mirar hacia abajo y agarrarme los cojones antes de que se vayan
completamente al suelo.