Darren Aronofsky mete cabras. Es un autor de cine que sabe las películas que quiere hacer y no compromete su visión ni pa’ dios.
Si bien miramos la propuesta de Arnosfky podemos notar que todas sus películas se pueden resumir en como la obsesión progresiva, de sus distintos protagonistas, destruye sus vidas, tortura a sus allegados y de cómo el cine mismo es un medio que puede representar estas obsesiones ficticias y las del mismo cineasta… vigorosamente. El cine como plataforma para la obsesión y la demencia.
Black Swan no es la excepción. Es una película efectiva y en ocasiones efectista que mantiene nuestro interés y curiosidad hasta el último minuto. Es una pieza bella que desespera por arte (es “artsy” y pretensiosa, pero no nos molesta…la pretensión es agradable aquí). Es una propuesta notable del año 2010 y amerita alquilarla si no por otra cosa, porque no se parece a nada en oferta. Aunque sí es parecida a otras películas…las del mismo Aronofsky.
Black Swan no toma prestado de sus películas anteriores, es una suma de todas ellas. Obsesiva, “imperfecta” (me refiero a qué se suelta, no le importa el grano, ni los encuadres desbalanceados, ni la cámara en mano) y nos arrastra con la tragedia de sus personajes principales, que nace de su egoísmo y de su compulsividad.
El problema es que su juego nunca es seductor, es un perreo. Aronofsky nunca pierde el control de su audiencia pero en vez de construirnos una senda por la cual paseamos en su cine, nos agarra por la camisa y por el huevo (me refiero al “pene”, aunque no literalmente) y nos obliga a excitarnos. Cada segundo de Swan tiene una manera agresiva de derivar placer, es el equivalente a una Cialis cinematográfica, nos para el bicho bien para’o e insiste en la erección aún cuando estamos cansados y faltos de la caricia. Pero Aronofsky nunca nos pasa la mano.
Y aunque sea estimulante , la verdad del caso es que después de la primera hora Swan, aún siendo genial y memorable, no tiene nada nuevo que decir en el lenguaje de Aronofsky, testimonio de su autoría al menos. Sí, la cámara acecha a los personajes hasta el punto que les respiramos en la nuca; sí, les damos vueltas 360 grados con gran velocidad a los sujetos y cuerpos que danzan una y otra vez y despues aún más. Puro frenesí.
Si la comparamos con The Company, otra pelicula sobre ballet del fenecido director Robert Altman, evidenciamos que Aronofsky nunca nos da una mirada distanciada de su elenco/personajes, siempre quiere que nos peguemos, nos incita al roce. Donde Altman observa los cuerpos y nos da una mirada privada a la danza y su proceso creativo, Aronofsky insiste en que guayemos hebilla y pretender meterse en la mente, explorar la psiquis.
IN A NUTSHELL: El largometraje cuenta la historia de Nina Sayers, bailarina escogida para representar los dos papeles principales del Lake Swan, o sea el White Swan y el Black Swan. Nina, en busca de su cisne más prieto pone en práctica un método que le consume y vuelve loca. Vivirse el rol será su caída.
Hablando de contenido, no podemos dejar de ver a Black Swan como un melodrama esquizofrénico, una exploración de nuestro lado oscuro y erótico. Y un dejarse arrastrar por las garras del arte….hasta perder la cabeza.
Pero ocurren dos cosas cuando “se pierde la cabeza” . Uno se zumba sin miedo y corre riesgos, se llevan las circunstancias y “los motifs” hasta las últimas consecuencias y se performa la liberación. Lo otro es que que en ese frenesí se nos puede ir la mano, y podemos llegar a los insospechado. Y aunque Aronofsky lo logra, Portman se esmanda. Su propio método es un espejo para el de Nina, pero al revés. En vez de meterse en la mente de su personaje, Natalie se mete en su cuerpo. Su método no es el de los sentimientos, el alma y el convertirse, sino el de la práctica, la técnica, el “stunt”. Ese es el problema de Nina y de “Swan”, su carácter psicológico facilita el divertimiento, le da una excusa a Aronofsky de lucirse 20 veces con los mismos planos y explotar todas la convenciones del horror mental…como un masaje brusco a las zonas bajas.
Cuando llega el clímax ya estamos fatigados y no podemos venirnos.
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