En Puerto Rico la televisión local desaparece. Quedan dos o tres programas que existen con el único propósito de ser paradas de promoción para artistas internacionales como David Bisbal y las Ketchup. Pero hoy, el lineup está flojo y se abrió un espacio para tí, un mini-segmento reservado para estupideces (de farándula, obviamente) que ahora movieron a un mega-segmento, pero algo es algo...te toca ir a promocionar tu película puertorriqueña.
Llegaste al canal motiva’o, con piquete de Quentin Tarantino criollo, a comerte las nenas crudas y a presentar la película que va salvar el cine puertorriqueño.
Te recibe la productora del programa, hipócrita de fábrica con perspectiva borrosa que a menudo prefiere lucir estrésica para que la vean “trabajando”, y te repite que llegaste temprano, que tienes que esperar.
El programa es grabado, por supuesto, aquí hace años que la industria de la televisión perdió los cojones y escogió la “perfección” de cartón sobre la incertidumbre atractiva de hacer un programa en vivo, lo que significa que siempre hay posibilidades de que ni salgas, que te corten (así de violento).
Llegó la animadora del programa, la bimbo, esa misma, la que tú y yo conocemos, la de las tetas grandes, la que está ahí para poner bellaco al macho y envidiosa a la hembra, esa, la puta encargada de despistarnos a todos. Lo hace bien.
Son las cuatro de la tarde. El programa comienza. Llevas tres horas esperando para un segmento de dos minutos pero que importa, vas a salir en televisión, you made it! Cue a la música genérica, a los aplausos de mentira y entras tú. A tiempo pero muy tarde, el espectáculo que siempre viste en el 20 pulgadas de tu cuarto y al que ahora perteneces te ha cegado y sedado. Eres un peón más en el círculo vicioso de los incomprensibles“ratings”. Esta batalla la habías perdido desde que te invitaron pero no importa, tú vas a tí. Mala tuya.
Te sientas y la bimbo domina la “conversación”. Leyendo de una tarjeta, dice tres o cuatro disparates que tratas de corregir sin éxito y culmina la entrevista diciendo la maldita muletilla: “Gente, ya saben, hay que apoyar lo nuestro, apoyen el cine puertorriqueño. No falten.”
¡TENÍAS QUE ABOFETARLA! ¡TENÍAS QUE ABOFETEARLA!
Pero no, como un pendejo dijiste que si con tu cabeza y conspiraste. Ahora tú eres el bimbo por no defender ni comprender el poder de las palabras, limpiarte el culo con el lenguaje y obviar las repercusiones de su mala utilización.
Y es precisamente eso lo que jode...el lenguaje; el desinterés y la poca importancia que le presta una generación de cineastas que ha cogido de llamarse a si misma “visual”. “Es que yo soy visual” dicen, como si los excusara de tener que escribir, leer o comunicarse bien. Analfabetas...
Esta frase (“apoyen el cine puertorriqueño”) es peligrosa. Usarla es proyectar tu película en luz de obra caritativa y querer apelar a un sentido de nacionalismo para sacarla a flote. Es pedir ventaja pasando por alto que colocas al público en una relación apoyador-apoyado para con tu “producto”. ¿Es esa la relación que se quiere con la audiencia?
Aquí hace años que se dejó de respetar el cine puertorriqueño como legítimo. Hay una condescendencia en todo el evento de ir a ver un filme boricua que es asqueante, pero no es culpa del público. Los cineastas nacionales han convertido (y han permitido que le conviertan) la oportunidad de promover sus películas en telemaratones de súplicas y llantenes. De lo menos que hablan es de su filme. Utilizan cualquier foro para hablar de lo difícil que es hacer cine en este país, de como nadie los ayuda y de todas las frustraciones que colma ese “arduo trabajo” de grabar una película. ¡A nadie le importa!
Lo único que le interesa a ese posible espectador es, ¿qué voy a ver a cambio de mis siete dólares? ¿Qué me ofreces? ¿Qué voy a recibir? Esa debe ser la natrualeza de la relación entre el producto y el cliente, un trueque, no un regalo de la pena que siente por tí. Es precisamente de ahí que nace esa condescendencia. Tú película no es diferente a una flor hecha con pencas que vende un tecato. Pues, aquel que compra la flor lo hace para ayudar pero siempre hay una reacción de “coño, está chevere” porque sabe que viene de una persona que está necesitada, no de un artista.
Así que la próxima vez que seas invitado a un programa de televisión, de radio o a una entrevista en el periódico, crécete un par gigantesco de bolas y no sabotees (ni permitas que saboteen) tu propia causa. No pidas cariño o compasión, pide que se te respete como cineasta y que respeten tu propuesta. Y al final del día aquel que no quiera ir a ver tu película, que se vaya pa'l carajo...no ibas a hacer dinero anyways.
1 comments:
Buen artículo, me reí mucho con las descripciones de la productora y la bimbo, especialmente porque es verdad.
Pienso que es un ángulo interesante lo que mencionas sobre siempre ir con un llantén, a veces para vender las cosas tienes que creerte Spielberg para que todos crean que lo eres.
Por otra parte, la comunicación y la buena utilización del lenguaje es base para crear buen contenido visual y diálogos acertados. Por eso decidí seguir en periodismo aunque quiero dedicarme al cine.
Sólo una corrección, en un momento mencionaste la "audiencia", es un mal calco del inglés "audience". En nuestro idioma se ha comenzado a aceptar por el abuso del calco, pero público se escucha mejor, audiencia es cuando una persona tiene ocasión de exponer sus puntos sobre un tema ante un tribunal o persona jerárquica importante.
Pero, buen blog, contundente y veraz.
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